martes, 10 de febrero de 2015

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La Búsqueda



La búsqueda de la canción perfecta es, por definición, el objetivo último de cualquier músico que se precie. 

Corrientes feistas al margen más preocupadas por una oferta incómodamente ruidista, a lo largo de los años, desde el mismo inicio de la cultura pop construida con los cimientos artísticos que hoy conocemos, cientos de solistas y grupos han ofrecido una gloriosa colección de pequeñas joyas inmortales. 

Obras locales al margen, (me vienen a la cabeza “Mediterráneo” de Serrat, “El Sitio De Mi Recreo” de Antonio Vega, “Insurrección” del Último De La Fila, “La Estatua Del Jardín Botánico” de Radio Futura, “L’estaca” de Lluis Llach, “Groenlandia” de los Zombies, “La Chica De Ayer” de Nacha Pop, “¿Qué Hace Una Chica Como Tú En Un Sitio Como Este?” de Burning,  “Un Buen Día” de Los Planetas, “Flamenco” de Los Brincos, “Maneras De Vivir” de Leño o las menos conocidas “Alud” de Fábula, “Funcionará” de Lori Meyers, “Chup Chup” de Australian Blonde, Deluxe y su “Qué No” o “Copenhague” de Vetusta Morla por mencionar solo unas pocas), la oferta anglosajona de grandes canciones es, sencillamente, inabarcable.

Obviando los títulos obligatorios, esos que necesariamente remiten al “A Day In The Life” de The Beatles, “Blowing In The Wind” de Dylan, “Bohemian Rhapsody” de Queen, “Paint It Black” de los Stones, y a Van Morrison, Bowie, The Eagles, CCR, The Clash, Lou Reed, etcétera etcétera etcétera, ensuciarse los dedos pasando vinilos a toda velocidad en pequeñas tiendas de barrio en ocasiones te regala descubrimientos anónimos en las caras b de discos a priori pequeños. “Staples” de Buffalo Tom en el gigantesco Let Me Come Over. “Kayleigh” en Misplaced Childhood de Marillion. “Roscoe” en The Trials Of Van Occupanther de los tejanos Midlake. “No One Like You” incluido en Blackout de, si, los heavys y muy melenudos alemanes Scorpions. Y otras obritas menores sospechosamente impopulares como “Darkest Hour” de Then Jerico incluido en el algo anticuado The Big Area, “Trigger Happy” del Love Story de Lloyd Cole. El precioso y casi inédito “Be Strong Now” incluido en Let It Come Down, primer trabajo en solitario del guitarrista de los Smashing Pumkins James Iha  o, sorprendentemente, el “Someone” del lacrimógeno dúo The Rembrandts, que debutaron con un honradísimo y muy disfrutable disco de pop melódico en 1990.


Por supuesto, la efe eme más comercial no ha dejado de lado canciones sensacionales por mucha etiqueta de mainstream que tuvieran. El último ejemplo “Somebody That I Used To Know” de Gotye, aunque antes ya lo habían hecho Outkast con “Hey Ya!”, Gnarls Barkley con “Crazy”, el “Crazy In Love” de Beyoncé, “Everybody’s Changing” de Keane, “Feel” de Robbie Williams, “Umbrella” de Rihanna, “Rolling In The Deep” de Adele, el “Rehab” de Amy Winehouse o el “I Gotta Feeling” de The Black Eyed Peas, una canción redonda construida de imparable hedonismo con el sano y único propósito de hacer que otros lo pasen bien. Que aburrida es la independencia más recalcitrante cuando insiste en poner la zancadilla a las buenas canciones por el simple pecado de ser piezas populares. Viva la vida. 

lunes, 9 de febrero de 2015

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Beck se lo lleva. Grammys 2015



Particularmente el MORNING PHASE de Beck me encanta. Que haya logrado llevarse el premio al mejor álbum del año en la ceremonia de los Premios Grammy celebrada ayer no es un triunfo menor para un disco no necesariamente accesible. Es verdad que los grandes focos iluminaron a Sam Smith y su "Stay with me", (Tom Petty no para de recibir alegrías de este chico oye), aunque el premio gordo de la noche lo recogió silenciosamente el bueno de Beck igual de pausado que su disco.

Beck regresó el año pasado con este hermano pequeño (o mayor según se mire) de SEA CHANGE, la colección de canciones sosegadas que lanzaba en 2002, un trabajo mayúsculo y disfrutable de punta a punta. MORNING PHASE ofrece texturas similares, un regreso a las raíces, algo más dramático que su hermano aunque con menos mala leche, más amable en sus paisajes de luces y sombras. 

SEA CHANGE caminaba guiado de un Nick Drake 2.0, de Al Stewart y Gainsbourg. MORNING PHASE camina de la mano de SEA CHANGE, es decir de Beck, un spin off mejorado, un trabajo maduro y renovado, narrado magistralmente por un Beck algo más rural en estado de gracia. Beck canta bien y hay canciones, algo a lo que no siempre nos tiene acostumbrados.

Un apunte insignificante en este nuevo universo de compresión digital. El sonido del álbum desde una perspectiva puramente de ingeniería es increíble. Parece una estupidez destacar que un disco suene bien en 2015, pero no todos lo hacen, créanme. Además del premio ya mencionado, MORNING PHASE se llevó al de mejor ingeniería, un estimulo para todos los que disfrutan de canciones bien grabadas. 

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Cervántes, ¿Eres tú?


Parece que al bueno de Miguel al final lo han encontrado. Me cachis, él que había hecho todo lo posible por permanecer al margen de los focos todos estos años.  
Entre los trozos de un ataúd de madera carcomida por el paso de los siglos, el equipo de investigadores que busca a Miguel de Cervantes ha encontrado una prueba que podría resultar concluyente: las iniciales M. C., remachadas en hierro, están incrustadas en uno de los laterales del féretro, en cuyo interior además se han encontrado varios huesos. Será el análisis de los mismos, que está previsto que se realice en las próximas horas, lo que confirmará si se trata o no de los restos del autor del Quijote, fallecido en 1616.
Nueve meses han sido necesarios para que una treintena de expertos haya accedido por fin a las entrañas de la iglesia del Convento de las Trinitarias de Madrid, en el barrio de Las Letras, el lugar en el que según las referencias documentales de la época se cree que fue enterrado el escritor. Los trabajos de exploración de las sepulturas que atesora la cripta comenzaron este sábado en medio de una gran expectación mediática. Un portavoz del Ayuntamiento de la capital ha confirmado el hallazgo en el nicho número uno.
El hueco en cuestión parece haber sido rellenado con escombros como tejas y restos de ladrillos, lo que hace suponer que "allí se hayan colocado restos de otros enterramientos anteriores". De hecho, aparte del retazo con las iniciales M. C., en su interior también se han hallado "maderas que parecen tener otro origen y desechos de más féretros", lo que hace pensar a los investigadores que en ese mismo dentro hay restos óseos de varios individuos.
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Momentos Delirantes (Extracto CdC)



El negocio de la música me ha regalado momentos inolvidables. Muchos, casi todos, han estado directamente relacionados con algún fin artístico detrás, (grabaciones, rodajes, conciertos, sesiones fotográficas…). Pero también ha habido otros sencillamente delirantes. Una lista con las diez situaciones de surrealismo más desordenado en mi vida necesariamente tienen que incluir los siguientes pasajes:

Momento Delirante #1.- Recoger del suelo a Rod Stewart antes de una rueda de prensa en Madrid y pedirle, por favor y sin éxito alguno, no realizar el photo call tirado en el hall del hotel con la copa de whisky en la mano.[2]

Momento Delirante #2.-Durante una rueda de prensa de la artista de Música Celta y New Age Loreena MacKennit presentando su álbum The Book Of Secrets (Warner 1997), la intérprete y traductora contratada para ese día sufre un inesperado contratiempo a última hora y no aparece. Debo sentarme al lado de la artista y traducir sus palabras a los periodistas. A pesar de que mi inglés es moderadamente bueno, no entiendo ni una palabra de la canadiense, (MacKennit utiliza una mezcla de Inglés, Gaélico y Bable incomprensible). Así que me lo invento.[3]

Momento Delirante #3.- Visionar el último video de Cher con Cher sin maquillar, vestida con lo que a mí me parece un abrigo-bata-gabardina y un gorro de esquiar negro colgando de la cabeza.[4]

Momento Delirante #4.-Trabajar con Falete[5].

Momento Delirante #5.-Cocinar hamburguesas con la madre de Dave Grohl y el batería de Nirvana en la barbacoa de su casa.

Momento Delirante #6.-Al alba, mirar al cielo desde un autobús urbano en Zaragoza y ver planetas desconocidos con J de Los Planetas.[6]

Momento Delirante #7.-Pasear con Miguel Bosé por los pasillos de un 747 para estirar las piernas ante la algarabía y vítores del pasaje.[7]

Momento Delirante #8.-Sacar de la cama a Pancho Céspedes. Muchas veces. Muchos días[8]

Momento Delirante #9.-El festival de Eurovisión ya es en sí mismo un delirio. En 2006 los europeos decidimos tomarnos a guasa el certamen votando masivamente al grupo Finlandés de Hard Metal Lordi. Durante su visita a Barcelona un mes más tarde, disfrazado desde los pies hasta la coronilla, uno de los miembros del grupo sufrió un repentino ataque alérgico justo delante de mí, intoxicado por el latex de su máscara.[9] 

Momento Delirante #10.-Sentarme con Albert Plá para diseñar de manera coherente los detalles de su siguiente disco.[10]




[2] El bueno de Rod Stewart, presentando el aceptable When We Were The New Boys(Warner 1998), después de vaciar el mini bar decidió desparramarse en el suelo del Hotel Villa Magna de Madrid para “vender” su disco. No lo consiguó.
[3] Ante mi asombro, al finalizar la rueda de prensa Mackennit me besó agradecida y los periodistas me felicitaron.
[4] Cher visito las oficinas de Warner en Lopez De Hoyos durante el momento de éxito global de su single “Believe” (Warner 1998). Acababa de recibir una copia en betacam del segundo video clip del disco, (juraría que “Strong Enough”, aunque es posible que también pudiera ser “Dove L’amore”). El hotel no disponía de reproductor Beta.
[5] Surrealista, demencial, caótico, disparatado, exagerado, alucinante, desproporcionado…no hay palabras.
[6] …y platillos volantes, y alienígenas, y seres de otras galaxias…
[7] Viajábamos desde Santiago De Chile a Madrid después de una entrevista en el programa de la modelo y presentadora Cecilia Bolocco. Aquel paseo a 10.000 metros de altura no fue una gran idea.
[8] Las palabras “promoción” y “por la mañana” no estaban incluidas en el vocabulario de Francisco Céspedes.
[9] Lordi utiliza unas asfixiantes mascaras de monstruo. Hechas de Foam-Latex, los disfraces desprenden un olor a goma irrespirable. Las manifestaciones alérgicas provocadas por el latex pueden ser muy llamativas y peligrosas. El camerino de Barcelona olía como una fábrica de neumáticos. La canción “Hard Rock Aleluyah” obtuvo la mayor puntuación en la historia del festival hasta la fecha, (292 puntos). En 2009 el ruso Alexander Rybak les arrebató el record (387 puntos).  
[10] En concreto “planificábamos” la grabación de su disco en directo “Vida Y Milagros” (RCA 2006). Las reuniones duraban horas. Plá utilizaba palabras y gestos indescifrables para mí. Tal vez se trate de un genio. Es difícil de explicar. Definitivamente el surrealismo es un invento suyo. El verdadero milagro fue que el disco llegara a las tiendas.

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Paul Collins. (Extracto CdC)



Muchas noches, después de cerrar el Traste, me pasaba por casa de Ernesto y tomabamos un último trago en compañía de un buen disco. Ernesto tenía una colección de primera. Mucha Nueva Ola, Echo & The Bunnymen, Orange Juice, Graham Parker, cosas sueltas de Elvis Costello y Jonathan Richman y por supuesto, toneladas de material Beatles.
Tenía un apartamento pequeñito en la parte nueva del pueblo. Un salón recibidor con cocina incluida, un cuarto de baño y un dormitorio, el clásico nidito de soltero, (divorciado en su caso). Eso era todo.
Como Ernesto era el propietario de una tienda de instrumentos, la casa estaba llena de guitarras, cables, panderetas y demás cachivaches propios de un músico. Allí, arrancarse por Lennon y McArtney no resultaba especialmente difícil.
Una de esas madrugadas, mientras veíamos como la noche lentamente se convertía en día, rebuscó entre sus vinilos y dio con algo que dijo me iba a gustar mucho. Apuró su Coca Cola Light y acompañó la aguja del plato hasta el primer corte del álbum de debut de The Beat.
Era un disco cortito y lo escuchamos de un tirón, agotados, casi sin dirigirnos la palabra, como el que se sienta frente a esa película que ya ha visto cien veces y, pese a conocer de sobra cada una de sus partes, incluido el final, es incapaz de levantarse y dejarla a medias. (En mi caso esto me sucede recurrentemente con la película de Tim Robbins y Morgan Freeman Cadena Perpetua).
Para tratarse de un disco de Power Pop, con ritmos encendidos, bases rítmicas desbocadas y guitarras distorsionadas, aquella primera vez lo disfrute concentrado y en silencio.
Aquel disco era sensacional. Y lo sigue siendo, claro. The Beat, artefacto sonoro creado por Paul Collins, quien en su día fuera batería del seminal y casi desconocido trio The Nerves, en 1979 se había convertido en la apuesta de la CBS americana para liderar la batalla comercial que en ese momento estaba ganando el grupo de moda en EEUU: The Knack.
The Nerves lo formaban tres tipos de un talento deslumbrante: Jack Lee, (autor de “Hanging On The telephone”, primer single del grupo y canción que más adelante recuperaría Blondie para iniciar su conquista del planeta). Peter Case, quién tras The Nerves iniciaría una segunda etapa al frente de los imprescindibles The Plimsouls, y por supuesto, Paul Collins. 



The Beat publicó su ábum homónimo en 1979, un disco plagado de píldoras adictivas de tres minutos. “Rock N’ Roll Girl”, “I Don’t Fit In”, “Different Kind Of Girl”, “Don’t Wait Up For Me”, “You Won’t Be Happy” y “Walking Out Of Love”… Un trabajo gigantesco que fue un tremendo batacazo.
La historia del rock tiene esas cosas. No siempre funciona lo que debiera. CBS en 1982 dio una segunda oportunidad al grupo con The Kids Are The Same, un nuevo fracaso y a la calle.

Bien es cierto que a The Knack tampoco le fue mucho mejor en EMI/Capitol, y más alla de un recordado debut, no pasó gran cosa con el grupo. Es sí, a diferencia de The Beat, The Knack logró colar un sencillo en la popularmente conocida Lista De Clásicos. “My Sharona” es la canción por la que siempre serán recordados, algo que, desafortunadamente, no logró el bueno de Paul Collins.

Ooh my little pretty one, pretty one. 
When you gonna give me some time, Sharona? 
Ooh you make my motor run, my motor run. 
Gun it comin' off the line Sharona 
Never gonna stop, give it up. 
Such a dirty mind. Always get it up for the touch 
of the younger kind. My my my i yi woo. M M M My Sharona...[1]


Coincidencia o destino, el caso es que en 1994, al calor de su disco en solitario From Town To Town, en su mini etapa Country Folk, entrevisté para el fanzine a Paul Collins.
Paul hablaba español perfectamente, (en realidad Collins era lo más parecido a una casi estrella internacional, quién se había construido una más que solida reputación como artista en España a lo largo de los años, varios discos en sellos locales y cientos de conciertos). Más alla de las típicas cuestiones técnicas y aburridas sobre la promoción del disco, dedicó gran parte de nuestro encuentro a hablar de su recién creado sello Wagon Wheel, de la posibilidad de reunir a Michael Ruiz y Steve Huff en una hipotética resurrección de The Beat, de Bruce Botnick, productor de The Beat, y más conocido por su trabajo con The Doors, y de otro montón de cosas relacionadas con el pop de guitarras, algo que a los dos nos fascinaba.
-“Estas un tiempo parado y todo vuelve a ti otra vez, asi que, ¡No tires tus viejas camisetas!”.
En efecto, más de quince años después del lanzamiento de The Beat, el pop rock internacional vivía a mediados de los noventa una especie de recuperación de los estereotipos y argumentos estilísticos de los grupos de la Nueva Ola. Con esa frase, Paul vino a decir que todo estaba inventado, nada es en realidad original ni nuevo. Detente el tiempo necesario, y con paciencia, volverás a estar de moda haciendo exactamente lo mismo que hacías años atrás. Verdad verdadera. Durante esa época, la prensa inglesa, ávida de etiquetas, creó la poco original NWONW (New Wave Of The New Wave), con bandas como Elastica, Sleeper, Menswear, Shed Seven o Echobelly como estandartes del movimiento. Hoy, más de quince años después, todos esos grupos son perfectamente prescindibles, producto de una necesidad temporal artificial sin sustento real en las canciones. ¿Alguién podría tararear un solo sencillo de S*M*A*S*H?, creo que no. ¡Y en su momento parecían los nuevos The Clash!

En 2001, al acabar un concierto, volví a hablar con Paul despúes de algún tiempo sin hacerlo. Le pregunte como estaba y en que andaba metido. –Componiendo y tocando- me dijo. ¿Que otra cosa si no? Servir cocktails, por ejemplo.
Paul Collins había montado Manhattan Martini Bar, una coctelería en la calle Moratín, (una antigua cervecería antes conocida como El Siglo). Aún con los azulejos originales pero con una iluminación más íntima, el local estaba decorado con fotos antiguas del Skyline de Nueva York. Collins atendía la barra sirviendo magnificos combinados, y alguna vez, poco antes de cerrar, agarraba su guitarra y recuperaba en petit comité sus viejas canciones. Un lujo.
Collins no dejó nunca los escenarios. Fui a verle muchas veces durante los noventa. En solitario o con banda, sus shows siempre ofrecían ese plus que solo pueden dar los artistas con grandes repertorios. Y en su caso, su verdadero activo era precisamente ese, catorce o quince canciones demoledoras.

Recuerdo con especial cariño el concierto de la Paul Collins Band en el Parquesur de Leganes en marzo de 1994. Aquel día me llevé de acompañante a mi hermano Guillermo, quién a fuerza de escucharme, no había tenido más remedio que claudicar ante las canciones de The Beat.



Entre 2001 y 2002 acababa de fichar para Warner al grupo vigués Lombardi, un cuarteto de pop acelerado bastante resultón. Su líder y voz cantante era Mon Cancela, una locomotora humana, personaje peculiar y primo de Ivan Ferreiro.
En el proceso de mquetas propuse a Mon la idea de hacer una versión de “Don’t Wait Up For Me” de The Beat, canción que encajaba perfectamente con el estilo del grupo. Le dije de hablar con Paul y pedirle colaborar en el disco. Mon accedió encantado. [2]
Entusiasmado con la gran idea que acababa de tener, llame a Collins y le dije que si le apetecía podríamos grabar tan pronto entraramos en el estudio. Paul, una vez expuestas sus condiciones, aceptó.
Mon y el resto del grupo no habían oído hablar de The Beat en su vida. Aun es más. Para el arte del disco replicamos algunas de las portadas más icónicas de la Nueva Ola, con fotografías de Jose Luis Santalla y el diseño gráfico de Rafa Sañudo.
Además de la del disco de The Beat, hicimos lo propio con el  Parallel Lines de Blondie, Rocket To Russiade los Ramones y el In The City de The Jam, grupos de los que por supuesto, Lombardi tampoco tenía ni la más remota idea de su existencia. Lo que a priori parecía un guiño cool, en plan sentido tributo a los maestros, se revolvió como un boomerang envenenado contra los cuatro chavales de Vigo.
A mediados de 2002, el álbum Unode Lombardi salió a la venta. La primera pregunta, de la primera entrevista, del primer día de promoción de su disco de presentación fue algo parecido a esto:
-Entrevistador: “Parece que vuestro álbum está fuertemente influenciado por los sonidos y la estética de la Nueva Ola, ¿Cómo surgen todas estas referencias?.
-Respuesta del grupo: “Bueno, a nosotros nos va más la onda de guitarras, salir a tocar y ese rollo. De los grupos antiguos esos que mencionas, la verdad, es que no los hemos escuchado nunca”.
Juego, set y partido. La credibilidad del grupo y su posterior carrera se desvaneció el misno día que salieron de promoción y abrieron la boca.
Lombardi nunca editó un segundo trabajo.

Durante la grabación de “Don’t Wait Up For Me” en el estudio El Cortijo en la sierra de Málaga, Paul Collins insistió en mostrame sus nuevas canciones.
Quedamos una semana más tarde en la oficinas de Warner en Lopez de Hoyos. Para mí, ante todo un devoto fan de Collins, la oportunidad de escucharle en privado, secretamente agazapado entre las cuatro paredes de mi despacho, resultaba halagadora.
A la semana siguiente Paul Collins apareció en la oficina, puntual, con una gorra que cubría su avanzada alopecia y un flycase negro con una guitarra acústica.
Hablamos menos de cinco minutos antes de que empezara a cantar sus nuevas canciones. Hasta nueve temas salieron de su garganta. Uno de los momentos más auténticamente rockeros que viví en aquel despacho, instantes de fugaz felicidad que, probablemente, nadie pueda ni siquiera imaginar.



[1] “Oh, mi pequeña bonita, bonita, Cuando me vas a dar un poco de tiempo Sharona? Oh tu haces que mi motor se encienda, mi motor se encienda, Como una arma pasandose de la raya sharona, Nunca me detendre, ríndete, solo soy una mente sucia, siempre atenta para el toque del tipo mas joven, Mi mi mi i yi woo m m m mi sharona”, Extraido de “My Sharona”, Get The Knack, EMI Capito, 1979.
[2]Nunca propongas a un grupo hacer una versión de otro artista del que ni siquiera ha oído hablar. Por mucho que les parezca una estupenda idea, no funcionará. El bueno de Mon repitió la jugada en su posterior disco en solitario, versioneando “What I Like About You” de los Romantics. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

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Ciao Anita



Con sus hombros y espalda desnudos y un vaporoso vestido negro, se convirtió en la imagen del erotismo y la libertad sexual y no sólo en la Italia de 1959. 

Dos años más tarde Fellini volvería a lucir su espléndido busto y no menos hermosas piernas en Las tentaciones del doctor Antonio, fragmento de la película Bocaccio 70, en la que el reprimido Peppino de Filippo enloquecía de amor ante una provocadora imagen de la actriz, "con todos sus atributos maternos expuestos al sol, las piernas desnudas, enormes, y en su rostro una expresión salvaje", que habían colocado frente a su casa. 

Jerry Lewis también se había vuelto Loco por Anita (1956) en la película del mismo nombre. La Ekberg fascinaba a todos.

Ciao Anita
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Levedad Sentimental



"Gorrioncito, qué melancolía...". Baglioni está seguro de sus poderes: abre con Sábado por la tarde, la única canción suya universalmente conocida aquí. Su Operación Retorno, concebida por el disquero Óscar García, ha funcionado: ya se han despachado 25.000 copias de Todo Baglioni / Grandes éxitos en español y atrae un público más que entusiasmado. Un lleno: mujeres emocionadas, algunas escoltadas por señores con caras de circunstancias. No, en realidad la gama de edades es amplia. Y también hay "musiqueros": desde José María Cano, del renacido trío Mecano, a Tomás Fernando Flores, paladín de las nuevas tendencias en Radio 3. Cualquiera puede tener un "momento Baglioni". Él se presenta en solitario; lo viene haciendo por Italia, en la gira Assolo, que llena campos de fútbol. Y es que Baglioni ha envejecido bien; de lejos, con sus pelos canos, parece un Richard Gere cualquiera. En Madrid, oscila entre el italiano y el español. Da lo mismo: en la zona del cronista, todas se empeñan en hacerle coros en italiano. Comprensible, ya que cuando canta en español -leyendo unas letras que a veces rozan el absurdo- baja seriamente la intensidad interpretativa.

Claudio Baglioni

Claudio Baglioni (voz, piano, guitarra, teclado). Invitados: Juan Luis Jiménez (voz, guitarra) y Santi Navalón (teclado). Patio Conde Duque, Madrid. 11 de julio.
Las canciones se mantienen orgullosas en su actual desnudez, despojadas de los aparatosos arreglos originales de Vangelis o Luis Enríquez Bacalov. Sí se nota la ausencia de determinados adornos instrumentales, como la chispeante guitarra de Paco de Lucía en Mañana nunca. En Un poco más, aparece su amigo Juan Luis Giménez (Voodoo Child, Logan) y un teclista, que han "modernizado" dos de los temas deTodo Baglioni.
Es un maestro de la evocación sentimental: momentos de pasión, juveniles amores de verano, dramáticas separaciones, banalidades creíbles por ese quiebro en la garganta que distingue a la canción italiana. El arte de dar empaque a la levedad. Arte y descaro: Baglioni defiende hasta esa penosa reescritura del arrogante My way que él llama A mi modo. Con un par.

Por Diego A. Manrique (El PAIS)


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Apasionado por La música


Sostiene Óscar García Blesa que su libro es un recorrido vital; un vistazo atrás recién cumplidos los cuarenta; un balance de lo vivido. Esta especie de road movie existencial trae, eso sí, la música como excusa e hilo conductor, y así la narración queda vertebrada a partir de conciertos, discos y bandas que por una u otra razón le dejaron alguna impronta. El aficionado a cuestiones musicales reconocerá además el crédito otorgado a obras como “High Fidelity” (1995), la novela escrita por otro enfermo de los vinilos como es el autor inglés Nick Hornby. Son continuas las referencias a espacios comunes como la construcción de listas, la disposición de los capítulos del libro a modo de canciones de una selección en cinta de cassette grabada o la inclusión de citas de diferentes momentos de la historia de dicho libro.
Es  su pasión por la música precisamente la que llevó al autor a montar un fanzine desde muy temprana edad, con el que se hizo con la excusa ideal para entrevistar a muchos de sus ídolos musicales del momento y conseguir pases de prensa para conciertos y festivales. Muy probablemente además fue la misma afición la que determinó su futuro profesional, el de directivo de compañías como Warner, RCA y en la actualidad de Real Networks. Su implicación directa en las entrañas de la industria discográfica abre un más que interesante punto de vista desde el que está escrita esta historia. Consciente quizá del papel de “malo” que muchas veces parece jugar este perfil en el mundo de la música, no rechaza el parapeto que le brinda Kiko Fuentes, directivo de Warner y compañero del autor en su paso por la compañía, en el prólogo inicial.
Lejos de entorpecer con todo ello el relato general, Óscar ofrece al lector momentos impagables e irrepetibles, impensables para el común de los mortales, de su contacto con muchos de los grandes nombres de la música. Comienza por ejemplo el libro con los preparativos frustrados del concierto que Alejandro Sanz iba a dar en la gala de los premios Grammy en versión latina con un MTV Unplugged que tuvo que retrasarse como consecuencia de los atentados al World Trade Center de Nueva York. Se cuentan las peripecias vividas aquellos días, en los que el grupo de directivos allí destacados terminaron como “refugiados” por una noche en la casa de Antonio Banderas y Melanie Griffith. Más adelante se relata cómo tuvo que lidiar el autor y protagonista del libro para sobrevivir a la tensión impuesta por las exigencias del séquito de Madonna en su visita a España.
Pero no es el texto una lista de anécdotas con notables de la canción. Donde realmente radica a mi juicio lo interesante de las historias que se cuentan es en el factor humano, entrañable que se ponen de manifiesto, tanto del artista como del fan del mismo. Valga como muestra el capítulo que comienza con el concierto que dio Nirvana en el Pabellón del Real Madrid de baloncesto y que termina con la descripción de una barbacoa en la casa de la madre de Dave Grohl, integrante primero de dicho grupo y posteriormente de Foo Fighters, en la presentación de un disco de esta última formación: “Desde que llegamos a su casa por la tarde, y hasta que nos marchamos de madrugada, no mencionó ni una sola vez qué tipo de planes teníamos previsto llevar a cabo en nuestros respectivos países con ‘In Your Honor’ (Roswell / RCA, 2005). Entendía y nos lo hacía saber con su actitud que sabríamos qué hacer con su disco. Mostró respeto por nuestro oficio del mismo modo que lo exigía con sus canciones. De verdad, y parece difícil de creer, aquella noche sólo intentó caernos bien. Evidentemente lo consiguió“.
Contadas con sincera agilidad y simpatía (recomiendo encarecidamente la lectura del relato del viaje para visitar en el Palacio de La Moncloa al entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero de un autobús lleno con artistas como Alejandro Sanz, La Oreja de Van GoghCafé Quijano,AmaralÁlex UbagoEstopaAndy y LucasDavid Bisbal y Mago de Oz) atrapa leer cómo se desmorona la desconfianza de Jota (Los Planetas), conmueve la incomprensión de David Summers (Hombres G) al ver cómo su carrera en solitario no termina de despegar, el agradecimiento de un grande de la canción italiana como Claudio Blagioni ante la confianza depositada en él por el sello o la camadería con las bandas “menores” que tienen en nómina.
No son sólo bandas o artistas que el autor haya tratado por cuestiones laborales las que desfilan por las páginas del libro. Se habla de Bruce Springsteen y sus giras en concierto en España, del gusto personal para con la Creedence Clearwater Revival o Canned Heat, de las escuchas de discos de Depeche Mode en una estancia en los EE.UU., de Coldplay…
No desperdicia la ocasión para lanzar dardos al bando de la independencia cuando ésta se comporta de forma poco consecuente o intransigente: “Qué aburrida es la independencia más recalcitrante cuando insiste en poner zancadillas a las buenas canciones por el simple pecado de ser piezas populares. Las canciones se construyen para hacer que la gente lo pase bien y se emocione. Disfrútenlas sin prejuicios. Viva la vida“.
Este libro parece por su parte escrito precisamente desde el disfrute de la música. Recomendable y mucho para enfermos con síntomas similares.
Por TGL, LA FONOTECA